martes, 12 de septiembre de 2017

Momentos (¡y fechas!) mágicos

Lleva tiempo ocurriendo, pero no le he dado mucha importancia hasta esta misma mañana. Bueno, más bien hasta ayer por la tarde. Es como el día de Navidad, tu cumpleaños o cualquier convocatoria de exámenes. Son fechas que sabes que están allí, sabes que se están acercando pero no eres consciente de su verdadera cercanía. Y de repente, de un día para otro, se han plantado en tu puerta dispuestos a entrar sin llamar.

Sí, señores, ese momento mágico de la “vuelta al cole” ha llegado. Fecha mágica porque sabemos que, al menos una vez al año, se va a dar. Todos los años cumplimos años, valga la redundancia, todos los años hay Navidad, Año Nuevo, hay santos… fechas no más dignas y cargadas de emoción como la vuelta a la rutina. O “vuelta al cole” como algunos comercios se empeñan en llamarlo.

Aceptemos la realidad, mañana empiezo un nuevo curso en la Universidad. Que miedo.

¿Qué me esperará mañana? Una pregunta que me viene rondando las últimas 24 horas pero que hasta mañana no podré responder. Porque hasta que no llegue el momento, no podré saberlo. Si uno se para a pensarlo, es una pregunta un poco tonta. Nunca se puede responder hasta que ya no es “esperará” sino “está pasando”. Y es bastante tonto preguntarse por lo que está teniendo lugar en ese mismo instante porque lo estamos viviendo. En fin.

El caso es que desde que caí en la cuenta que mañana empezaba, me siento raro. Por un lado pienso “menudo rollo volver a tener que pelearme con profesores, estudiar duro y volver a olvidarme del concepto de tiempo libre”. Pero por otro lado pienso “¡qué bien el empezar un nuevo curso! Cosas nuevas por doquier, y nuevos retos a los que, sinceramente, tengo ganas de enfrentarme”. Es una dualidad curiosa, pero tras estar meditándola un rato creo que he llegado a la conclusión definitiva. Ya era hora, después de tantos años “volviendo al cole”.

Veamos. Soy consciente que mañana puedo llevarme algunas decepciones con los profesores, los horarios o lo que sea que me encuentre porque estamos vivos y porque no todo el Grado se va a organizar como a mí me dé la gana o como a mí me gustaría que fuese. Por otro lado, soy consciente de que voy a disfrutar de ver de nuevo a mis compañeros, de hablar de nuevo con los que llevo un par de meses sin ver. Estoy seguro de que, incluso con la asignatura más patatera que se me presente, disfrutaré con las presentaciones y con el sabor a clase nueva. Porque me conozco y sé que disfruto con esas cosas.

Así que, al fin y al cabo, el deprimirme por este hecho inevitable o bien dejarme llevar por la ilusión de empezar un año que huele a nuevo, es tan sólo una elección. No tiene sentido empezar a pensar de más.

La verdad es que siempre he sido de los que se deprimían un poco por dejar las vacaciones y recuperar la rutina. Los exámenes, los montones de apuntes o los libros de consulta comparados con el ocio total no atraen demasiado, debo reconocerlo. Pero también debo decir que me gusta mi carrera. Es más, ME ENCANTA MI CARRERA. Así, con mayúsculas. Me gusta lo que aprendo. Me gusta mi vida como estudiante, me gusta estar con mis compañeros y me gusta asistir a las clases. Sensaciones como el entender el funcionamiento de algo en lo que antes no había reparado, el ver cómo funciona aunque sea la mayor tontería de la fisiología del organismo humano… son sensaciones que adoro de esta carrera. Y en este curso seguro que me deparan muchas nuevas. Todos los años aprendo algo diferente y me gusta sorprenderme con ello. Sí, me gusta sorprenderme con las cosas que hacemos en la carrera. Me gusta ver la magia que envuelve al estudio y a las clases, a los exámenes y a los alumnos. Por muy difícil que parezca en ocasiones. Es un ejercicio que pocos hacen pero que cada vez veo más recomendable. Cada año, como subiendo por una larga escalera, avanzamos escalón a escalón, construyendo sobre lo anterior. Tanto en lo personal como en lo que en un futuro será lo profesional. Y todo esto me encanta. Con mayúsculas.

De forma casi irónica, pero en el fondo con algo de verdad, este verano he hecho bromas sobre los carteles de “vuelta al cole” que he visto en las tiendas (que, por cierto, llevan puestos desde julio por lo menos, que ya les vale). Me volvía a sentir un poco como el alumno de la ESO o de primaria que una vez fui y que se estremecía por pensar en volver al cole (aunque luego bien que disfrutaba durante el curso). Y estoy seguro de que no soy el único que alguna vez ha sentido esa sensación. Esa sensación desapacible de “vuelta al cole”. Sólo hay que pararse a oír hablar un poco del famoso “Síndrome Posvacacional” (que parece ser el tema preferido de algunas revistas en agosto) y algunos comentarios que se escuchan entre familiares y amigos. Todo esto hace que uno reflexione sobre estos temas.

Y es que, ¿de verdad es tan malo recuperar la rutina?

Como ya he dicho, a mí no me hacía gracia eso de la “vuelta al cole”. Pero ahora me paro a pensarlo y no recuerdo que fuese algo que me llegase a inquietar más que el día de antes a la fecha en cuestión. Luego me lo pasaba genial. Había momentos malos, sí. Pero la mayoría eran buenos y, afortunadamente, recuerdo esa época con cariño.

Así que, ¿por qué amargarse una “fecha mágica” como ésta? Con esto me gustaría hacer un llamamiento a todos los que empezamos el curso de nuevo, a todos los que vuelven al trabajo, a la rutina… Basta de tardes tristonas, basta de premoniciones absurdas, basta de sentimientos que no llevan más que a caras largas y a comportamientos y comentarios que estropean una fecha como ésta. Aceptemos la realidad y demos gracias por poder disfrutar de esta “fecha mágica”. Por vivirla. Por poder considerarla una “fecha mágica”. Porque todos los años la tengamos ahí. Como la Navidad, como el Año Nuevo o como nuestro cumpleaños.

Agradezcamos que hemos tenido un periodo de tiempo para descansar y dedicarnos a otras actividades. Agradezcamos también el que podemos volver a recuperar una rutina con un propósito diferente al que hemos tenido en estas fechas vacacionales. Hagamos que el periodo de clases, trabajo o lo que sea a lo que nos dediquemos diariamente, merezca la pena. Luchemos por merecernos otro descanso cuando llegue el momento. Porque igual que es una “fecha mágica” cargada de emociones el reencuentro con la rutina, también lo es el comienzo de las vacaciones.

En conclusión, disfrutemos de las fechas mágicas y de los momentos especiales que nos brinda la rutina diaria. Si estamos dispuestos a observar de verdad, si entendemos la rutina es algo bonito por lo que dar gracias, os aseguro que seremos capaces de percibirlos. Potenciemos los momentos mágicos.


Sin más que decir y con muchas ganas de empezar el curso, os deseo a todos un feliz rencuentro con la rutina.

Foto obtenida de Pinterest


jueves, 7 de septiembre de 2017

Sobre el acoso y algunas series

Llevo tiempo sin ver una serie buena. Tal vez sea hora de ver Juego de Tronos, como parece que está haciendo medio mundo este verano. Debo decir que me leí el primer libro y casi terminé el segundo, pero otras lecturas se pusieron en medio (¡y el curso!) y al final he dejado un poco de lado a George R. R. Martin.

Pero no he venido hoy a hablar de libros. Hoy he venido a hablar de series. De una en concreto. No voy a revelar el nombre de la serie en cuestión para mantener la fiesta en paz. Así evito que alguien lea esto sólo por que lleve el nombre de la serie. Si alguien lo lee, que sea porque le interese lo que voy a decir a continuación. Si no, no tiene por qué hacerlo. Es sólo mi opinión sobre uno de los temas que trata. Tal vez de cómo se trata.

No voy a decir nombres, pero voy a poneros un poquito en contexto para que pueda argumentar coherentemente. Como es una serie actual puede que, sin gran dificultad, las siguientes pistas revelen su título. Pero que conste que yo no he dicho ningún nombre.

Digamos que la serie te cuenta, resumiendo mucho, el final de la vida de uno de sus personajes principales. A este personaje la voy a llamar Ana. Ana es una chica que sufre un trato que, por desgracia, es cada vez más frecuente en los institutos del mundo. En los institutos. No se lo creen ni ellos. El instituto es, podríamos decirlo así, el centro neurálgico de lo que ocurre. Pero el problema no nace ni acaba allí. Pero no quiero liarme. Como ya os imaginaréis, la serie cuenta la historia de una chica que ha decidido terminar con su vida por el acoso que sufre en clase. Pero antes de hacerlo, decide dejar una serie de cintas en las que, a ritmo de persona por cinta, cuenta cómo ésta tiene la culpa de su muerte. No sólo exponiendo al completo la relación que ella, Ana, mantenía con dicha persona, sino revelando también todas las vulnerabilidades de la misma, incluso en algunos casos instando a otros personajes a actuar en consecuencia. Sí, a otros personajes. ¿Cómo es esto posible? Porque antes de llevar a cabo su muerte deja unas instrucciones a otros personajes para que pasen las cintas a cada una de las personas que aparecen en ellas. Y la única forma que tienen para saber si aparecen es escucharlas todas. Si alguien las elimina, avisa de que hay una copia que se hará pública.

Bien, ya estáis en contexto. No he venido a juzgar la calidad de la serie, la credibilidad del argumento, las actuaciones, escenario, guión, fotografía, etc. No. No he venido a nada de eso.  Simplemente quiero dar mi opinión sobre una línea de diálogo que se repite una y otra vez. Una sola línea que no sé si la han usado para que la historia parezca más cool, más trágica, más emocional o yo que sé, pero me revuelve las tripas cada vez que la escucho. Y no podía callarme, tenía que decir lo que pensaba. No suelo usar el blog para hacer esto en concreto, pero se supone que para eso están así que allá voy.

La línea os la pongo a continuación. No es una transcripción literal porque se enuncia de muy diversas formas, pero más o menos es algo así: “Y aquí expongo [en la cinta] por qué fulanito tuvo la culpa de mi muerte”.

¿Perdona?

Vamos a ver. A este personaje, a Ana, la fastidiaron bien. En muchos aspectos ella se metía en problemas y en otros tantos se enfrentó a situaciones por puro azar (y mala suerte) como le podría pasar a cualquier otro. Pero es lo que he dicho antes, cogen a este personaje y lo enfrentan a un problema que, aunque se empeñan por centrarlo en el instituto, no nace ni termina allí. Unos padres que no escuchan, una sociedad superficial y materialista que juega antes de tiempo con sentimientos que no termina de entender. Una sociedad falta de respeto alguno por la vida, por las personas, por las familias... y en definitiva por uno mismo. Al final a esta chica se la pone contra las cuerdas y el resultado es el mencionado. Pero analicémoslo con otro enfoque.

Ella afirma que fulanito de tal, fulanito de cual, y una larga lista de nombres, son los responsables absolutos de su muerte. Perdona pero no estoy de acuerdo. La decisión final fue suya. De nadie más. Ninguno de los otros personajes. Por muy asquerosos que te los quieran pintar, por muy retorcidos, deshumanizados, manipuladores, avariciosos o interesados, ninguno dictó el resultado excepto ella. ¿Tienen culpa estos personajes? Sí, de ser unos cerdos, unos capullos y una escoria. ¿Pero de su muerte? No, de su muerte sólo es responsable la propia Ana.

Que conste que no estoy juzgando, ni lo pretendo, todos los casos en los que una persona pueda decidir terminar con su vida. Las circunstancias que puede haber en esta vida son muchas y no soy quien para hacer un juicio de valor generalizado. Sólo estoy analizando este caso, el que plantea la serie. Y siempre desde mi punto de vista, subjetivo como el de cualquier otro.

Vamos a ver. Ana decide terminar con su vida. Además lo medita con tiempo. Decide el momento y la forma en la que deja un mensaje en forma de cintas. ¿Cintas? Sí, pese a vivir en el siglo XXI usa cintas, para obligar a quien quisiese oírla a tener que preocuparse un poco. Buscar un reproductor de cintas, algo que ahora no todo el mundo tiene en casa, o lo que se les ocurriese para escucharlas. Y no sólo eso, lo acompaña de un mapa para instar a moverse por diferentes localizaciones que marcaron su vida. Así, moviliza a medio instituto tras su muerte. ¿Por hacer un bien? ¿Este elaborado mensaje quiere evitar que más personas padezcan lo que ella? No. Simplemente quiere devolverles a los que la hirieron el mismo daño que le hicieron a ella. Pero espera que aquí no acaba la cosa. Al decidir hacer todo esto, ¿pensó el daño que iba a hacer a sus padres? Sí, los únicos personajes que parecen querer protegerla de verdad y que de verdad cuidan y la quieren, como se ve en varias escenas. Nada, no pensó en ellos. Ni siquiera se despidió ¿A sus amigos? En la serie te pone que más bien tenía mala suerte con las amistades, pero el personaje que hace de protagonista bien que pasaba las tardes con ella y bien que la ayudaba cuando ésta lo necesitaba, a su torpe manera, pero ahí estaba.

Nada.

En un acto egocéntrico de egoísmo, Ana decide quitarse la vida y así hacer sufrir a todo el instituto, destrozarle la vida a sus padres y a su familia más cercana. Pero, no siendo eso suficiente, decide dejar unas cintas contando los motivos. Qué digo. Echando las culpas a los demás de su decisión. Porque podría enunciarlo de otra manera. Pero no lo hace. “Fulanito, tú tienes la culpa de que a mí me pase esto”. Eso sí, de sus padres ni se despide. Se pasan la serie intentando entender el porqué mientras todos los supuestos implicados en su “asesinato” se pasan las cintas con miedo porque encima los amenaza con hacer públicos los datos si alguien destruye las cintas o decide no pasarlas.
En fin. Creo que se entiende lo que quiero decir.

No quiero, repito, juzgar a nadie con esto. Simplemente creo que los guionistas han creado una historia a partir de un hecho muy triste y emocionalmente devastador y no han estado a la altura. Han creado una historia retorcida, un personaje egocéntrico que comete un acto meditado y con ganas, no de terminar con una pesadilla que por desgracia es la realidad de muchas familias, sino de incrementarla. De hacerla más fuerte. De causar sufrimiento, no paz. Usa un ingenio y una premeditación inusitados para, como si de un arma se tratase, dejar unas cintas que destrocen la vida de todos sus compañeros de clase. En especial, de aquellos que tanto la hicieron sufrir.

Esto podría quedar bien como argumento de una serie de otro tipo, pero lo peor es que lo disfrazan todo. Todo está disfrazado de aparente normalidad y buenos actos que no sé si dan ganas de reír o de llorar. ¿Es una parodia? ¿Una crítica social escondida dentro de una historia absurda con pretensión de ser algo más? ¿Se supone que los profesores no los escuchan porque son demasiado jóvenes? ¿Que los padres hacen todavía menos caso a sus hijos porque ya los consideran mayores para resolver “sus” propios problemas? O tal vez digan lo contrario. Tal vez es todo muy serio. Tal vez sea justo terminar con la vida de uno para destrozar la de los demás ¿Está el protagonista en lo cierto? ¿Es justo humillar a TODOS los que humillaron a Ana, golpear a los que, según ella, la golpearon? ¿Incluso si lo hicieron sin intención? ¿Incluso si no sabían lo que hacían? ¿Incluso si estaban en una situación peor que ella? ¿Todos se merecen el mismo destino? ¿Una resolución unánime sin atenerse a razones?

O tal vez sea una simple historia medio mala y yo le esté dando demasiadas vueltas.

No estoy de acuerdo en cómo se ha llevado esta historia a la imagen, pero me gustaría terminar que es deber de todos mantener esta historia como una broma mala totalmente ajena a la realidad. Ahí fuera hay gente que sufre, que lo pasa muy mal porque los que creen sus amigos los acosan. Los que se suponen que son sus compañeros los maltratan. Sí, maltrato. Es otro nivel de maltrato, pero al fin y al cabo es eso. Querer hacer daño. Querer atentar contra la humanidad, contra la persona. Un acoso psicológico que termina por destrozar a cualquiera. Bromas pesadas, fotos contra la intimidad e integridad de cada uno, novatadas en colegios mayores y residencias… llámalo como quieras pero este mal tiene mil caras. Y debemos luchar para que desaparezca. Los que lo cometen se escudan en el miedo, en el número, en unas normas inútiles que no sirven más que para proteger la buena fachada de una institución que, en realidad, no ampara por igual a quienes la integran.

Un asco, señores, un asco. Un tema que produce arcadas al más pintado. Es difícil luchar contra esto, todos lo sabemos. Pero es deber nuestro que desaparezca este mal silente que se resiste a desaparecer y que, por desgracia, ya se ha cobrado unas cuantas vidas. Y no, no estoy hablando solamente del desenlace horrible que te plantea la serie. Hablo del dolor emocional que producen los años que duren estas etapas. Semanas, meses, años enteros en los que estas personas, personitas, tienen que soportar las mofas constantes de unos cobardes malnacidos. Y la consecuente huella que deja en la persona.

Luchar contra esto es difícil. Pero lo mínimo que podemos hacer es no ser uno de estos asquerosos y retorcidos cobardes. Respetemos a los demás y busquemos el bien común entre todos. No nos acojamos a viejas tradiciones retrógradas, ni nos escudemos en que es lo que hacen todos o lo que se hace cada año. Las novatadas, las bromas pesadas… no hacen gracia a nadie. Nombres indulgentes para actos atroces cometidos por cobardes.


Intentemos recordarlo.