martes, 12 de septiembre de 2017

Momentos (¡y fechas!) mágicos

Lleva tiempo ocurriendo, pero no le he dado mucha importancia hasta esta misma mañana. Bueno, más bien hasta ayer por la tarde. Es como el día de Navidad, tu cumpleaños o cualquier convocatoria de exámenes. Son fechas que sabes que están allí, sabes que se están acercando pero no eres consciente de su verdadera cercanía. Y de repente, de un día para otro, se han plantado en tu puerta dispuestos a entrar sin llamar.

Sí, señores, ese momento mágico de la “vuelta al cole” ha llegado. Fecha mágica porque sabemos que, al menos una vez al año, se va a dar. Todos los años cumplimos años, valga la redundancia, todos los años hay Navidad, Año Nuevo, hay santos… fechas no más dignas y cargadas de emoción como la vuelta a la rutina. O “vuelta al cole” como algunos comercios se empeñan en llamarlo.

Aceptemos la realidad, mañana empiezo un nuevo curso en la Universidad. Que miedo.

¿Qué me esperará mañana? Una pregunta que me viene rondando las últimas 24 horas pero que hasta mañana no podré responder. Porque hasta que no llegue el momento, no podré saberlo. Si uno se para a pensarlo, es una pregunta un poco tonta. Nunca se puede responder hasta que ya no es “esperará” sino “está pasando”. Y es bastante tonto preguntarse por lo que está teniendo lugar en ese mismo instante porque lo estamos viviendo. En fin.

El caso es que desde que caí en la cuenta que mañana empezaba, me siento raro. Por un lado pienso “menudo rollo volver a tener que pelearme con profesores, estudiar duro y volver a olvidarme del concepto de tiempo libre”. Pero por otro lado pienso “¡qué bien el empezar un nuevo curso! Cosas nuevas por doquier, y nuevos retos a los que, sinceramente, tengo ganas de enfrentarme”. Es una dualidad curiosa, pero tras estar meditándola un rato creo que he llegado a la conclusión definitiva. Ya era hora, después de tantos años “volviendo al cole”.

Veamos. Soy consciente que mañana puedo llevarme algunas decepciones con los profesores, los horarios o lo que sea que me encuentre porque estamos vivos y porque no todo el Grado se va a organizar como a mí me dé la gana o como a mí me gustaría que fuese. Por otro lado, soy consciente de que voy a disfrutar de ver de nuevo a mis compañeros, de hablar de nuevo con los que llevo un par de meses sin ver. Estoy seguro de que, incluso con la asignatura más patatera que se me presente, disfrutaré con las presentaciones y con el sabor a clase nueva. Porque me conozco y sé que disfruto con esas cosas.

Así que, al fin y al cabo, el deprimirme por este hecho inevitable o bien dejarme llevar por la ilusión de empezar un año que huele a nuevo, es tan sólo una elección. No tiene sentido empezar a pensar de más.

La verdad es que siempre he sido de los que se deprimían un poco por dejar las vacaciones y recuperar la rutina. Los exámenes, los montones de apuntes o los libros de consulta comparados con el ocio total no atraen demasiado, debo reconocerlo. Pero también debo decir que me gusta mi carrera. Es más, ME ENCANTA MI CARRERA. Así, con mayúsculas. Me gusta lo que aprendo. Me gusta mi vida como estudiante, me gusta estar con mis compañeros y me gusta asistir a las clases. Sensaciones como el entender el funcionamiento de algo en lo que antes no había reparado, el ver cómo funciona aunque sea la mayor tontería de la fisiología del organismo humano… son sensaciones que adoro de esta carrera. Y en este curso seguro que me deparan muchas nuevas. Todos los años aprendo algo diferente y me gusta sorprenderme con ello. Sí, me gusta sorprenderme con las cosas que hacemos en la carrera. Me gusta ver la magia que envuelve al estudio y a las clases, a los exámenes y a los alumnos. Por muy difícil que parezca en ocasiones. Es un ejercicio que pocos hacen pero que cada vez veo más recomendable. Cada año, como subiendo por una larga escalera, avanzamos escalón a escalón, construyendo sobre lo anterior. Tanto en lo personal como en lo que en un futuro será lo profesional. Y todo esto me encanta. Con mayúsculas.

De forma casi irónica, pero en el fondo con algo de verdad, este verano he hecho bromas sobre los carteles de “vuelta al cole” que he visto en las tiendas (que, por cierto, llevan puestos desde julio por lo menos, que ya les vale). Me volvía a sentir un poco como el alumno de la ESO o de primaria que una vez fui y que se estremecía por pensar en volver al cole (aunque luego bien que disfrutaba durante el curso). Y estoy seguro de que no soy el único que alguna vez ha sentido esa sensación. Esa sensación desapacible de “vuelta al cole”. Sólo hay que pararse a oír hablar un poco del famoso “Síndrome Posvacacional” (que parece ser el tema preferido de algunas revistas en agosto) y algunos comentarios que se escuchan entre familiares y amigos. Todo esto hace que uno reflexione sobre estos temas.

Y es que, ¿de verdad es tan malo recuperar la rutina?

Como ya he dicho, a mí no me hacía gracia eso de la “vuelta al cole”. Pero ahora me paro a pensarlo y no recuerdo que fuese algo que me llegase a inquietar más que el día de antes a la fecha en cuestión. Luego me lo pasaba genial. Había momentos malos, sí. Pero la mayoría eran buenos y, afortunadamente, recuerdo esa época con cariño.

Así que, ¿por qué amargarse una “fecha mágica” como ésta? Con esto me gustaría hacer un llamamiento a todos los que empezamos el curso de nuevo, a todos los que vuelven al trabajo, a la rutina… Basta de tardes tristonas, basta de premoniciones absurdas, basta de sentimientos que no llevan más que a caras largas y a comportamientos y comentarios que estropean una fecha como ésta. Aceptemos la realidad y demos gracias por poder disfrutar de esta “fecha mágica”. Por vivirla. Por poder considerarla una “fecha mágica”. Porque todos los años la tengamos ahí. Como la Navidad, como el Año Nuevo o como nuestro cumpleaños.

Agradezcamos que hemos tenido un periodo de tiempo para descansar y dedicarnos a otras actividades. Agradezcamos también el que podemos volver a recuperar una rutina con un propósito diferente al que hemos tenido en estas fechas vacacionales. Hagamos que el periodo de clases, trabajo o lo que sea a lo que nos dediquemos diariamente, merezca la pena. Luchemos por merecernos otro descanso cuando llegue el momento. Porque igual que es una “fecha mágica” cargada de emociones el reencuentro con la rutina, también lo es el comienzo de las vacaciones.

En conclusión, disfrutemos de las fechas mágicas y de los momentos especiales que nos brinda la rutina diaria. Si estamos dispuestos a observar de verdad, si entendemos la rutina es algo bonito por lo que dar gracias, os aseguro que seremos capaces de percibirlos. Potenciemos los momentos mágicos.


Sin más que decir y con muchas ganas de empezar el curso, os deseo a todos un feliz rencuentro con la rutina.

Foto obtenida de Pinterest


jueves, 7 de septiembre de 2017

Sobre el acoso y algunas series

Llevo tiempo sin ver una serie buena. Tal vez sea hora de ver Juego de Tronos, como parece que está haciendo medio mundo este verano. Debo decir que me leí el primer libro y casi terminé el segundo, pero otras lecturas se pusieron en medio (¡y el curso!) y al final he dejado un poco de lado a George R. R. Martin.

Pero no he venido hoy a hablar de libros. Hoy he venido a hablar de series. De una en concreto. No voy a revelar el nombre de la serie en cuestión para mantener la fiesta en paz. Así evito que alguien lea esto sólo por que lleve el nombre de la serie. Si alguien lo lee, que sea porque le interese lo que voy a decir a continuación. Si no, no tiene por qué hacerlo. Es sólo mi opinión sobre uno de los temas que trata. Tal vez de cómo se trata.

No voy a decir nombres, pero voy a poneros un poquito en contexto para que pueda argumentar coherentemente. Como es una serie actual puede que, sin gran dificultad, las siguientes pistas revelen su título. Pero que conste que yo no he dicho ningún nombre.

Digamos que la serie te cuenta, resumiendo mucho, el final de la vida de uno de sus personajes principales. A este personaje la voy a llamar Ana. Ana es una chica que sufre un trato que, por desgracia, es cada vez más frecuente en los institutos del mundo. En los institutos. No se lo creen ni ellos. El instituto es, podríamos decirlo así, el centro neurálgico de lo que ocurre. Pero el problema no nace ni acaba allí. Pero no quiero liarme. Como ya os imaginaréis, la serie cuenta la historia de una chica que ha decidido terminar con su vida por el acoso que sufre en clase. Pero antes de hacerlo, decide dejar una serie de cintas en las que, a ritmo de persona por cinta, cuenta cómo ésta tiene la culpa de su muerte. No sólo exponiendo al completo la relación que ella, Ana, mantenía con dicha persona, sino revelando también todas las vulnerabilidades de la misma, incluso en algunos casos instando a otros personajes a actuar en consecuencia. Sí, a otros personajes. ¿Cómo es esto posible? Porque antes de llevar a cabo su muerte deja unas instrucciones a otros personajes para que pasen las cintas a cada una de las personas que aparecen en ellas. Y la única forma que tienen para saber si aparecen es escucharlas todas. Si alguien las elimina, avisa de que hay una copia que se hará pública.

Bien, ya estáis en contexto. No he venido a juzgar la calidad de la serie, la credibilidad del argumento, las actuaciones, escenario, guión, fotografía, etc. No. No he venido a nada de eso.  Simplemente quiero dar mi opinión sobre una línea de diálogo que se repite una y otra vez. Una sola línea que no sé si la han usado para que la historia parezca más cool, más trágica, más emocional o yo que sé, pero me revuelve las tripas cada vez que la escucho. Y no podía callarme, tenía que decir lo que pensaba. No suelo usar el blog para hacer esto en concreto, pero se supone que para eso están así que allá voy.

La línea os la pongo a continuación. No es una transcripción literal porque se enuncia de muy diversas formas, pero más o menos es algo así: “Y aquí expongo [en la cinta] por qué fulanito tuvo la culpa de mi muerte”.

¿Perdona?

Vamos a ver. A este personaje, a Ana, la fastidiaron bien. En muchos aspectos ella se metía en problemas y en otros tantos se enfrentó a situaciones por puro azar (y mala suerte) como le podría pasar a cualquier otro. Pero es lo que he dicho antes, cogen a este personaje y lo enfrentan a un problema que, aunque se empeñan por centrarlo en el instituto, no nace ni termina allí. Unos padres que no escuchan, una sociedad superficial y materialista que juega antes de tiempo con sentimientos que no termina de entender. Una sociedad falta de respeto alguno por la vida, por las personas, por las familias... y en definitiva por uno mismo. Al final a esta chica se la pone contra las cuerdas y el resultado es el mencionado. Pero analicémoslo con otro enfoque.

Ella afirma que fulanito de tal, fulanito de cual, y una larga lista de nombres, son los responsables absolutos de su muerte. Perdona pero no estoy de acuerdo. La decisión final fue suya. De nadie más. Ninguno de los otros personajes. Por muy asquerosos que te los quieran pintar, por muy retorcidos, deshumanizados, manipuladores, avariciosos o interesados, ninguno dictó el resultado excepto ella. ¿Tienen culpa estos personajes? Sí, de ser unos cerdos, unos capullos y una escoria. ¿Pero de su muerte? No, de su muerte sólo es responsable la propia Ana.

Que conste que no estoy juzgando, ni lo pretendo, todos los casos en los que una persona pueda decidir terminar con su vida. Las circunstancias que puede haber en esta vida son muchas y no soy quien para hacer un juicio de valor generalizado. Sólo estoy analizando este caso, el que plantea la serie. Y siempre desde mi punto de vista, subjetivo como el de cualquier otro.

Vamos a ver. Ana decide terminar con su vida. Además lo medita con tiempo. Decide el momento y la forma en la que deja un mensaje en forma de cintas. ¿Cintas? Sí, pese a vivir en el siglo XXI usa cintas, para obligar a quien quisiese oírla a tener que preocuparse un poco. Buscar un reproductor de cintas, algo que ahora no todo el mundo tiene en casa, o lo que se les ocurriese para escucharlas. Y no sólo eso, lo acompaña de un mapa para instar a moverse por diferentes localizaciones que marcaron su vida. Así, moviliza a medio instituto tras su muerte. ¿Por hacer un bien? ¿Este elaborado mensaje quiere evitar que más personas padezcan lo que ella? No. Simplemente quiere devolverles a los que la hirieron el mismo daño que le hicieron a ella. Pero espera que aquí no acaba la cosa. Al decidir hacer todo esto, ¿pensó el daño que iba a hacer a sus padres? Sí, los únicos personajes que parecen querer protegerla de verdad y que de verdad cuidan y la quieren, como se ve en varias escenas. Nada, no pensó en ellos. Ni siquiera se despidió ¿A sus amigos? En la serie te pone que más bien tenía mala suerte con las amistades, pero el personaje que hace de protagonista bien que pasaba las tardes con ella y bien que la ayudaba cuando ésta lo necesitaba, a su torpe manera, pero ahí estaba.

Nada.

En un acto egocéntrico de egoísmo, Ana decide quitarse la vida y así hacer sufrir a todo el instituto, destrozarle la vida a sus padres y a su familia más cercana. Pero, no siendo eso suficiente, decide dejar unas cintas contando los motivos. Qué digo. Echando las culpas a los demás de su decisión. Porque podría enunciarlo de otra manera. Pero no lo hace. “Fulanito, tú tienes la culpa de que a mí me pase esto”. Eso sí, de sus padres ni se despide. Se pasan la serie intentando entender el porqué mientras todos los supuestos implicados en su “asesinato” se pasan las cintas con miedo porque encima los amenaza con hacer públicos los datos si alguien destruye las cintas o decide no pasarlas.
En fin. Creo que se entiende lo que quiero decir.

No quiero, repito, juzgar a nadie con esto. Simplemente creo que los guionistas han creado una historia a partir de un hecho muy triste y emocionalmente devastador y no han estado a la altura. Han creado una historia retorcida, un personaje egocéntrico que comete un acto meditado y con ganas, no de terminar con una pesadilla que por desgracia es la realidad de muchas familias, sino de incrementarla. De hacerla más fuerte. De causar sufrimiento, no paz. Usa un ingenio y una premeditación inusitados para, como si de un arma se tratase, dejar unas cintas que destrocen la vida de todos sus compañeros de clase. En especial, de aquellos que tanto la hicieron sufrir.

Esto podría quedar bien como argumento de una serie de otro tipo, pero lo peor es que lo disfrazan todo. Todo está disfrazado de aparente normalidad y buenos actos que no sé si dan ganas de reír o de llorar. ¿Es una parodia? ¿Una crítica social escondida dentro de una historia absurda con pretensión de ser algo más? ¿Se supone que los profesores no los escuchan porque son demasiado jóvenes? ¿Que los padres hacen todavía menos caso a sus hijos porque ya los consideran mayores para resolver “sus” propios problemas? O tal vez digan lo contrario. Tal vez es todo muy serio. Tal vez sea justo terminar con la vida de uno para destrozar la de los demás ¿Está el protagonista en lo cierto? ¿Es justo humillar a TODOS los que humillaron a Ana, golpear a los que, según ella, la golpearon? ¿Incluso si lo hicieron sin intención? ¿Incluso si no sabían lo que hacían? ¿Incluso si estaban en una situación peor que ella? ¿Todos se merecen el mismo destino? ¿Una resolución unánime sin atenerse a razones?

O tal vez sea una simple historia medio mala y yo le esté dando demasiadas vueltas.

No estoy de acuerdo en cómo se ha llevado esta historia a la imagen, pero me gustaría terminar que es deber de todos mantener esta historia como una broma mala totalmente ajena a la realidad. Ahí fuera hay gente que sufre, que lo pasa muy mal porque los que creen sus amigos los acosan. Los que se suponen que son sus compañeros los maltratan. Sí, maltrato. Es otro nivel de maltrato, pero al fin y al cabo es eso. Querer hacer daño. Querer atentar contra la humanidad, contra la persona. Un acoso psicológico que termina por destrozar a cualquiera. Bromas pesadas, fotos contra la intimidad e integridad de cada uno, novatadas en colegios mayores y residencias… llámalo como quieras pero este mal tiene mil caras. Y debemos luchar para que desaparezca. Los que lo cometen se escudan en el miedo, en el número, en unas normas inútiles que no sirven más que para proteger la buena fachada de una institución que, en realidad, no ampara por igual a quienes la integran.

Un asco, señores, un asco. Un tema que produce arcadas al más pintado. Es difícil luchar contra esto, todos lo sabemos. Pero es deber nuestro que desaparezca este mal silente que se resiste a desaparecer y que, por desgracia, ya se ha cobrado unas cuantas vidas. Y no, no estoy hablando solamente del desenlace horrible que te plantea la serie. Hablo del dolor emocional que producen los años que duren estas etapas. Semanas, meses, años enteros en los que estas personas, personitas, tienen que soportar las mofas constantes de unos cobardes malnacidos. Y la consecuente huella que deja en la persona.

Luchar contra esto es difícil. Pero lo mínimo que podemos hacer es no ser uno de estos asquerosos y retorcidos cobardes. Respetemos a los demás y busquemos el bien común entre todos. No nos acojamos a viejas tradiciones retrógradas, ni nos escudemos en que es lo que hacen todos o lo que se hace cada año. Las novatadas, las bromas pesadas… no hacen gracia a nadie. Nombres indulgentes para actos atroces cometidos por cobardes.


Intentemos recordarlo.

viernes, 18 de agosto de 2017

Mi opinión sobre el juego Little Nightmares

Nunca me ha gustado tener cosas de segunda mano. Aunque desde pequeño siempre he sido un cliente regular de biblioteca, no me terminaba de gustar la textura y el polvo acumulado en los libros prestados ya a tantas personas. Y no era tanto por lo sucios que podían estar (cosa que ya en su momento podía ver lógica) sino por lo mal cuidados que estaban. La gran mayoría tenían manchas de bebidas (y comidas) varias y desgarrones de todo tipo, algunos amenazando con descuajeringar en poco tiempo el pobre libro.
El caso es que desde que conseguí mi querido Kindle, ya las bibliotecas las visito menos si no es para donar algún libro (ahora que lo pienso la de la uni sí la he usado, pero eso es por necesidad no por ocio). Sumándole a eso que el alquiler de pelis prácticamente desapareció por la piratería, habían pasado muchos años sin que alquilase absolutamente nada.

Hasta antes de ayer.

Alguna vez recuerdo haber alquilado un juego, pero sólo para saber si merecía la pena la compra. No tanto disfrutar del título, sino más bien para probarlo. De hecho, el resultado fue malo. El juego no me gustó nada. Incluso creo que lo devolví el mismo día que lo alquilé de lo malo que era (lo siento, Resident Evil - Operation Raccoon City). Pero el otro día, paseando distraídamente entre los títulos de alquiler mientras esperaba a unos amigos, me encontré con uno del que había oído hablar hace tiempo y que me hubiese gustado probar. Efectivamente se trataba de Little Nightmares, un juego indie que se suponía que era de miedo pero que, por lo que yo había visto, era más original que aterrador (os aseguro que si fuese realmente de miedo no lo cogía).
Así que, después de tantos años, volvía a tener algo alquilado en mis manos. Y esta vez con un objetivo diferente: tenía 48 horas para disfrutarlo. Un juego que normalmente no me hubiese comprado nunca y que probablemente me habría quedado sin probar pese a que me picaba la curiosidad desde hace tiempo.

Y aquí tenéis lo que me ha parecido la experiencia.
*Antes de nada advertir de que no es un análisis profesional del juego. Eso lo pueden hacer mucho mejor que yo los que trabajan en cualquier revista especializada. Esto es una opinión personal y,  por tanto, contiene spoilers y una visión totalmente subjetiva. Ojito si no lo habéis jugado (aunque la historia no influye en nada a la jugabilidad, pero bueno).

"The Maw"

***

Six, la protagonista del juego
La primera vez que oí hablar de Little Nightmares fue cuando Pewdiepie jugó a la demo. Me pareció una idea original, aunque no terminé de ver el vídeo. Pensé que tal vez algún día me lo comprase para probarlo por mi cuenta. El tiempo pasó, el juego salió, y como siempre, tenía un precio más alto del que pagaría por un indie. De ese modo, Little Nightmares quedó en el olvido. Hasta el otro día.

El juego dura poquito. Alguien que vaya a toda velocidad podría pasárselo en unas dos horas. Si lo disfrutas y vas poco a poco, como personalmente prefiero, puedes tardar como muchísimo unas cinco. Eso a mí me pareció un punto a su favor. La sistemática del juego se puede reducir en avanzar a través de una serie de puzles que se presentan en forma de habitaciones con amplia gama de peligros. Aunque el juego es bastante variado respecto a escenarios, la sistemática se puede hacer repetitiva y,  para mi gusto, el que sea cortito es algo muy positivo porque no da tiempo aburrirse.
La dinámica del juego alterna momentos de tranquilidad, como son las escenas de investigación, puzles o exploración, con escenas de tensión como persecuciones frenéticas o escenas donde debemos ser sigilosos si no queremos terminar servidos como cena. Y es que encarnando a Six, la protagonista, seremos perseguidos en numerosas ocasiones por los monstruosos seres que habitan “The Maw”, donde se desarrolla el juego, y tendremos que usar el ingenio de forma casi constante para escapar de las trampas que allí se encuentran.

El reparto de personajes me pareció amplio mientras lo jugaba, pero la historia es cortita y si te paras a contar, no son tantos en realidad. Con siete personajes (algunos de ellos grupales como las Sanguijuelas o los Huéspedes), a los creadores del juego les basta y les sobra para contarnos la historia. Este reparto va desde los Nomos, unas criaturitas que habitan el mundo de las sombras en el que también se esconde Six de los peligros como el Bedel, los Chefs, los Huéspedes, pasando por las Sanguijuelas y, finalmente, la Dama. Es un título que demuestra que no es necesario un reparto amplio de personajes para contar una historia.

Six escalando una pila de platos sucios
Respecto a la imagen y el arte del juego, para mí cumplen exquisitamente. La estética de casa de muñecas o escenario de marionetas, mezclado con una estética surrealista e inquietante que recuerda al estilo de Tim Burton está muy cuidada. Cada habitación parece contar su propia historia. Cada escena, cada enigma, es una pequeña pieza de un gran puzle que te cuenta la aterradora historia que, sin decir una sola palabra, el juego intenta narrar. Los diseños de los personajes no se quedan atrás. Desde el impersonal chubasquero amarillo de Six hasta los largos brazos del Bedel, los grasientos cuerpos de los cocineros o la aterradora sutileza de la Dama, cada personaje mantiene esa estética de marioneta que da un matiz de cuento a la historia.

Pequeños aspectos como el mundo gigantesco con un protagonista diminuto, la presencia de seres monstruosos que nos persiguen sin darnos explicación alguna o que, después de cada muerte, el personaje se despierte sobresaltado como si lo ocurrido hace unos segundos fuese solo un mal sueño… ayudan a crear un ambiente de pesadilla. Y es que en eso se basa el juego, en una pesadilla de niño. El estar en un mundo enorme, que no llegamos a comprender del todo, constantemente amenazados y en el que parecemos un poco perdidos, donde la oscuridad puede esconder una trampa mortal o un peligro que nos acecha, recuerda a las pesadillas que podíamos tener cuando éramos más pequeños.

Uno de los escalofriantes Gemelos Chef
Sin diálogo alguno en toda la experiencia, el juego nos narra la historia de Six. Una niña pequeña que se despierta en una prisión de la que está decidida a escapar. Para ello tendrá que echar mano de su valor y su determinación, porque el terrible mundo en el que se moverá no se lo pondrá nada fácil. En cada rincón le esperan peligros que la perseguirán por los diferentes niveles del submarino. Sí, has leído bien, el juego tiene lugar en un tremendo submarino llamado Las Fauces (The Maw), que una vez al año sale a flote para alimentar a montones de Huéspedes. Éstos son personas extremadamente obesas, aburridas de vivir, cansadas, que buscan emoción y saciar su terrible gula sin prisa, sin emoción, sin ganas. Están más muertos que vivos y buscan algo que no saben bien lo que es. Las Fauces se lo ofrecen, pero de este lugar nunca sale nadie. Y es que el gran misterio de las Fauces es que la carne que se sirve es en parte humana. Niños como Six, capturados y retenidos hasta que son llevados a las cocinas para prepararlos para los Huéspedes por los Chefs. Pero la cadena trófica que se plantea no acaba aquí. La Dama, la mujer vestida de geisha que preside Las Fauces, se alimenta a su vez de los Huespedes para mantenerse viva eternamente, en una búsqueda de la belleza absoluta. Hay quien dice que Six es en realidad su hija, que ante el miedo de que fuese más bella que su madre, ésta la encierra en los calabozos junto con los otros niños para no tener que verla más. Sin embargo, Six no se rinde como los demás y escapa. En su camino vemos una evolución que comentaremos más adelante, en la que poco a poco deja atrás su inocencia y se adapta a la crueldad de las Fauces para poder sobrevivir. Finalmente, la Dama intenta terminar con ella personalmente pero Six es más lista y la obliga a enfrentarse a lo único que no puede ver: su propia imagen. La Dama, derrotada, es finalmente devorada por un ser más peligroso que cualquiera que nos hayamos encontrado durante el juego. Uno más listo, más fuerte y más rápido: la propia Six. Así, la pequeña Six muerde a la Dama y adquiere sus poderes. En la última escena vemos cómo se acerca a la salida de la nave, pasando a través del comedor. Los Huéspedes, como ya habían hecho antes, intentan comérsela. Pero esta vez Six no huye. Impasible, sigue avanzando mientras la oscuridad que ha almacenado en su interior durante el viaje desde la prisión se hace cargo de las luces y de todo Huésped que ose intentar ponerle una mano encima. Así, el ser más peligroso llega a la puerta y sale por fin de la prisión submarina.

Vemos cómo Six, en un principio débil, que depende de la caridad de los demás para sobrevivir (lo que en una ocasión le hace caer en una trampa) ha dejado atrás esa inocencia y se ha adaptado a las reglas de las Fauces. Se ha hecho fuerte para sobrevivir, aunque eso le haya hecho perder parte de su humanidad. Al final del juego, se ha convertido en el ser más peligroso que habita el navío, capaz de absorber la vida de cualquiera que intente detenerla en su objetivo de escapar.

Es muy curioso que para conocer la historia del juego tengas que buscar en la página web del mismo. Allí te ofrecen las descripciones de los lugares y de los personajes, que sumado al hecho de haber terminado el juego, puede ser material suficiente para empezar a teorizar y obtener una idea más o menos aproximada de la historia real que se narra. Esto cada vez es un recurso más utilizado y ni mucho menos Little Nightmares es un pionero en este estilo, pero sí creo que puede considerarse un título que utilice muy bien esta dinámica.

La Dama
Por último, la música. Minimalista. He escuchado la banda sonora mientras escribía esto y, sinceramente, aunque las canciones me sonaban, apenas se le prestaba atención durante el juego. El juego se centra más en crear una ambientación de fondo y a partir de ahí muchos sonidos raros e inquietantes. Eso sí, recuerdo que en muchas escenas todos estos sonidos los orquestaba el silencio absoluto. Silencio y ruidos, excepto en escenas puntuales donde la trama golpeaba un poquito más fuerte, a lo que la música acompañaba volviéndose más apreciable. Si tuviese que destacar algún tema, destacaría: “Prison Toys”, que aparece cuando nos pasamos el juego y salen los créditos, y “Six’s Theme Part II” que sale en la última escena del juego, cuando finalmente escapamos de la nave. No tiene muchos más temas destacables, pero la banda sonora cumple con el objetivo de la música de este tipo de juegos: inquietar.

En general, y ya concluyendo, me ha parecido un juego indie muy bueno. La historia es macabra, pero tampoco pretende escandalizar a nadie usando directamente escenas desagradables para crear este efecto, sino que te deja intuir poco a poco detalles que terminan formando la historia. Es un título curioso, me ha gustado y me ha parecido muy cuidado. Es un juego cortito que cuenta una historia breve pero intensa. La jugabilidad es sencilla, de tipo puzle y exploración intercalada con escenas de frenética carrera, ideal para el objetivo del título. Ha sido una experiencia no sólo el terminar el juego, sino también tener que hacer una pequeña investigación para enterarme de una historia que los creadores han contado sin utilizar un solo diálogo para ello.

Un juego muy recomendable, 10/10 en su género. Enhorabuena al equipo de Tarsier Studios. A mi parecer, han conseguido un gran título.
Un pequeño Nomo (que no Gnomo)

***

Espero que os haya entretenido mi tal vez demasiado extensa opinión sobre el juego. Si no lo habéis jugado y habéis leído hasta aquí, os recomiendo que lo hagáis pese a haberos destripado un poco la historia. Porque el conocerla no influye en nada al hecho de asustarse o sentir la adrenalina disparada cuando un Chef gordo como una vaca intenta cogeros para hacer un relleno de pescado –chubasquero amarillo incluido-.

Pero no os preocupéis. Pase lo que pase en el juego, Six siempre se despertará como si todos esos sucesos no fuesen más que…

La licencia de todas las imágenes utilizadas pertenece a Tarsier Studios


 

miércoles, 31 de agosto de 2016

30 escenas - 9

¡Feliz miércoles!
La escena de hoy también viene inspirada por un juego. En este caso, por un videojuego: Bloddborne.
En Bloodborne el jugador encarna a un cazador, un hombre que está obligado a luchar contra los monstruos que salen de una pesadilla que ha asolado la antigua ciudad de Yharnam y que está terminando con la vida y la cordura de sus habitantes.
No he jugado nunca al juego, pero últimamente he escuchado hablar mucho de él y me he inspirado en las húmedas calles de Yharnam y en la historia del cazador para escribir la escena de hoy.
¡Espero que os guste!

***
La salvación del Padre Mattia
La lluvia golpeaba con fuerza las vidrieras que decoraban las ventanas de la iglesia. Excepto por el sonido del agua en los cristales y el de las goteras, la estancia estaba en completo silencio. En el altar todavía estaban los objetos utilizados en la última ceremonia, mucho tiempo atrás. Entonces aquella iglesia era un lugar concurrido. Apenas se cabía durante las ceremonias. Pero eso era antes.
Ahora en la sala sólo había un hombre. La figura se acercó al altar. Había objetos por todas partes. Candelabros, cruces, cálices y bandejas. Algunas seguían sobre la mesa, pero la mayoría estaban desperdigadas por el suelo. Muchas estaban hechas añicos. El mantel blanco que antes cubría la mesa estaba medio caído y rasgado por un extremo. Del libro sagrado no quedaban más que despojos. El hombre examinó la tela. No le gustó nada la forma que tenían los rotos.

“El Padre Mattia es un enviado del cielo” decían todos en los tiempos previos a la enfermedad. Una sociedad puritana y profundamente creyente como Yharnam agradecía tener un párroco comprensivo que los escuchase y que compartiese sus preocupaciones. La ciudad había necesitado a un buen hombre que velase por ellos, y eso era lo que les había dado Mattia. Su consultorio había estado siempre abierto para todo aquel que lo necesitase, fuese la hora que fuese. Hasta la escéptica guardia lo consideraba más leal a Yharnam que ellos mismos.
Una corriente de aire le trajo un desagradable olor de detrás del altar. El hombre se llevó la mano al cinturón y desenvainó una espada de plata. Su largo abrigo negro se movió con el viento que se colaba por la puerta de la iglesia. La lluvia estaba empapando el suelo de la entrada. Ocultando su rostro bajo un sombrero de ala ancha, el cazador rodeó la mesa lentamente, como un cuervo volando en círculos alrededor de una presa.

Las tenues luces de la capilla iluminaron lo que se ocultaba detrás del altar. Los músculos del cazador se relajaron. Era una toga. La toga blanca del Padre Mattia, manchada del color carmín de la sangre. Después de la enfermedad, esa iglesia había ocultado actos atroces. Ya no quedaba sitio para los antiguos dioses. Allí dentro sólo había oscuridad. La tormenta seguía golpeando los cristales. El cazador se colocó el sombrero y se dirigió a la salida. Había terminado su trabajo allí dentro.
La lluvia lo recibió con su gélido abrazo. Desde la puerta de la iglesia se podía ver el reloj de la torre. Quedaban cinco minutos para media noche. Algo se movió dentro de la iglesia. El cazador intentó detectar el origen del ruido pero allí sólo quedaba oscuridad y silencio.
Echó a caminar sin mirar atrás. El Padre Mattia siempre era puntual en su oración de media noche. Al dirigirse hacia la plaza pasó al lado de un cadáver que intentó agarrarlo de la capa. Al menos mientras todavía tenía los brazos. Con un gemido, el muerto cayó al suelo. El cazador no perdió tiempo en rematarlo. Mientras volvía a enfundar la espada, desapareció en la oscuridad de las calles.

En la plaza no había más que muertos que se calentaban junto a las hogueras. No hablaban, no se movían, simplemente permanecían estáticos. Tal vez esperando que por fin llegase un cazador a terminar con su existencia. Todavía tendrían que esperar para eso. El cazador los observaba desde uno de los tejados. Había llegado justo a tiempo. El reloj empezó a dar las campanadas de media noche.
Por cada campanada, uno de los muertos caía decapitado. Una ola de oscuridad invadió la plaza. Las sombras correteaban por el suelo como cucarachas, devorándolo todo. Las luces se apagaron, hasta las bombillas de las escasas farolas que seguían funcionando reventaban a su paso. Los hombres que protegían las hogueras cayeron entre gritos. Los zarcillos de oscuridad se agruparon en el centro de la plaza. Formado por aquella amalgama oscura, una figura comenzó a alzarse entre las sombras.
El cazador había escuchado los cuentos. Cuentos de un señor del bosque, un monstruoso ciervo que devoraba a aquellos que intentasen dañar la naturaleza. Aquel ser parecía sacado de uno de esos cuentos. Cabeza de lobo, cuernos de alce retorcidos como las ancianas ramas de un árbol sacado de lo más profundo del bosque de Yharnam, garras de oso y un poderoso brazo de titán. Su piel podrida estaba cubierta de pelo mojado y maloliente como ocurría con todas las bestias. Pero pese a su deforme figura todavía conservaba restos de la sotana.
El Padre Mattia rugió a la luna de sangre antes de clavar sus ojos rojos e hinchados sobre el cazador. Hubo un tiempo en que la ciudad necesitaba un buen hombre que la protegiese, y Mattia le dio exactamente eso. Ahora Yharnam no necesitaba buenos hombres. Todos estaban muertos. Ahora Yharnam aullaba por las noches, gemía en la oscuridad buscando monstruos para engordar la eterna pesadilla de la que ninguno podía despertar. Y eso era lo que Mattia, siempre fiel a Yharnam, le había dado a su ciudad.

El cazador atacó primero. Las siete balas de plata impactaron en el poderoso brazo de la bestia arrancándole un rugido. Antes de que pudiese darse cuenta, el cazador ya había bajado del tejado y corría hacia él armado con la espada. El monstruo rugió y le golpeó con sus garras. La batalla continuó entre rugidos, golpes y gritos de dolor salpicados con la sangre de ambos combatientes. La lluvia limpiaba la sangre de sus heridas y la hacía correr por los adoquines de la calle. Los rayos iluminaban el rostro del hombre maldito y los cuernos de la bestia.

Como todas las noches desde hace mucho, mucho tiempo, el Padre Mattia y el cazador se enfrentaron en un cruel combate del que sólo uno podía salir vencedor. A su alrededor los espíritus de los muertos observaban en silencio. Sus ojos vacíos y sus mandíbulas caídas no desvelaban ningún sentimiento, pero en el fondo estaban rezando como el Padre Mattia les había enseñado a hacer hace demasiado tiempo como para recordar.

Rezaban por el alma del Padre. Rezaban por el alma del cazador. Rezaban porque algún día él los liberarse de su maldición. Porque, algún día, el cazador les diese la salvación que el Padre Mattia ya no podía darles.

Rezaban porque, tal vez así, por fin podrían morir en paz.

***
Un poco siniestro, sí. Al estilo de Bloodborne.
Espero que os haya gustado y nos vemos el viernes con otra entrada (de un estilo bastante diferente a ésta).
¡Feliz semana!


lunes, 29 de agosto de 2016

30 escenas - 8

¡Feliz lunes!
Hoy os traigo una escena inspirada en el universo de Warhammer  40.000. 
Por si acaso alguien no lo conoce, se trata de una historia creada en un futuro en el que la guerra ha asolado la galaxia. Empezó como un juego de mesa de miniaturas, pero ha terminado llegando a los libros y a los videojuegos, además de expandirse a otras categorías de juegos de mesa.
En estas batallas se enfrentan varios ejércitos que representan a varias razas. Están los Marines Espaciales, la Guardia Imperial y las Hermanas de la Batalla representando a los humanos, pero también hay otras razas como los Eldars (Elfos), los Orcos, los Tau, el Caos... y otras muchas más.
Entre las razas hay alianzas, traiciones y un profundo odio, pero ante todo hay guerra. Una guerra asoladora que amenaza con destruir la galaxia.
¡Espero que os guste!

***

El accidente del Thermogeddon
Los barracones médicos se llenaron de pacientes tan rápido como éstos se construyeron. La incursión organizada por los eldars había sido un golpe duro para la nave. Para cuando saltaron las alarmas, los motores ya se habían reducido a un montón de chatarra inservible. Lo peor fue cuando intentaron mandar al Capitán del Thermogeddon a un lugar seguro mediante el sistema de teletransporte mientras la nave se precipitaba sin remedio contra el planeta, atraído por su campo gravitatorio.
Los eldar lo habían planeado muy bien. Cuando el capitán de la nave estaba en medio del viaje, los eldar hicieron explotar los reguladores de presión y los marcadores de vacío. La máquina falló antes de completar el proceso. En el mejor de los casos, el capitán estaría en cualquier parte de aquella inmensa galaxia inexplorada hasta entonces por el Imperio. En el peor de los casos… el hermano Amadeus no quería pensarlo.
Pocos fueron los que sobrevivieron al impacto y mucho menos había sobrevivido del equipo de comunicaciones del Thermogeddon, pero Amadeus mantenía la esperanza de que los técnicos supervivientes pudiesen repara la señal de auxilio de la nave. Por desgracia, para ello necesitaban energía y un sistema de señales funcional. Y en ese momento carecían de ambas cosas. Por si fuese poco, tampoco sabía dónde habían ido a parar aquellos asquerosos eldar. Con suerte habrían muerto en el aterrizaje como muchos de sus hombres.

Amadeus, vestido con la armadura de combate y portando las insignias que lo reconocían como capitán, caminaba erguido acompañado de sus generales. Era el más joven de los tres, pero no por ello inexperto en disciplinas como el combate y el liderazgo. Sus hombres lo saludaban al pasar, a lo que él respondía con un impersonal movimiento de cabeza. La mayoría eran tropas de la Guardia Imperial. De la centena de supervivientes casi todos eran hombres de la Guardia y sólo unos pocos pertenecían a los Corsarios Negros, el Capítulo de los Marines Espaciales a los que Amadeus había jurado lealtad. Tras su reciente nombramiento como Capitán después de la desaparición de su predecesor, Amadeus se había dejado la piel en hacer de aquel terreno alienígena un lugar habitable para los supervivientes hasta que llegase una nave de rescate. Se había ganado el respeto y la obediencia absoluta de todos las tropas en un tiempo record. Algo que, desgraciadamente, no había conseguido con los generales que le acompañaban en ese momento.
El cielo de aquel planeta era tan gris como su suelo. Siempre lleno de nubes de azufre que amenazaban con aproximarse demasiado a la superficie del planeta y matarlos a todos. Incluso con los sistemas de desinfección y filtrado que poseían los pulmones de todo Marine Espacial, Amadeus dudaba de que sus hombres sobreviviesen a una exposición prolongada a esos gases. Y mucho menos de que los hombres de la Guardia Imperial lo lograsen. El suelo era gris como la ceniza. Había ordenado a los pocos exploradores de los que disponían que obtuviesen muestras para que el Bibliotecario, que afortunadamente había sobrevivido, pudiese analizarlas y decirle qué composición tenían aquellas tierras. Con suerte podrían cultivar algo en ellas con lo que subsistir hasta que les llegasen noticias del Imperio. El aire era seco, pero las temperaturas no eran demasiado elevadas. Eso también era buena señal.
El mejor regalo fue la presencia de oxígeno en la atmósfera. En concentraciones irregulares a lo largo del planeta y mezclado con otras sustancias que no podía distinguir sin la ayuda del Bibliotecario, pero afortunadamente ninguna de ellas parecía letal para los hombres. De otro modo, ya estarían todos muertos.
En cuanto se hizo un recuento de los supervivientes, Amadeus ordenó que se construyese un campamento con los restos que se recogiesen de la nave. La mayoría de la estructura estaba destruida, pero las piezas que habían quedado desperdigadas por todas partes todavía podían usarse para construir barricadas para defenderse y camillas para llevar a los enfermos. Además, muchos de los contenedores blindados que habían estado en las bodegas todavía seguían sin abrir. Todos los hombres que no estuviesen montando guardia, por orden del Comandante Hermano de los Corsarios Negros de los Marines Espaciales, tenían orden de ayudar en los equipos de búsqueda entre los restos de la nave para encontrar estas cajas. Con suerte, antes de que llegase la noche, si es que ese evento tenía lugar en aquel planeta, podrían haber conseguido algunas armas y provisiones.
El campamento estaba formado por improvisadas tiendas que servían de barracones, respetando una gran superficie en su centro donde se habían colocado a todos los enfermos y los barracones médicos. Alrededor del campamento habían colocado placas de metal formando una improvisada muralla que los separase del inhóspito mundo exterior. El barro y la suciedad no había tardado en acumularse en el campamento. Amadeus pisó un charco de combustible y barro de camino al centro del asentamiento. Sus acompañantes intentaron esquivarlo con mirada de asco. Él no redujo la marcha para esperarlos.

Por todas partes había hombres corriendo cargando compañeros heridos. Los soldados se dejaban la espalda para atender la constante llegada de heridos traídos por los pelotones de exploradores desde los restos de la nave. Amadeus se fijó en que había un hombre retorciéndose de dolor entre dos tiendas. Detuvo su marcha y se acercó a él. No tardó en descubrir la causa de su dolor. Tenía un brazo dislocado. Un montón de cajas derribadas a su lado le daba una idea de lo que había pasado. Lo tomó por la cintura sin esfuerzo y lo levantó en peso ante la sorprendida mirada de sus ancianos acompañantes. Continuó la marcha sin decir nada.
Cuanto más se acercaban al centro del asentamiento, más charcos de barro y suciedad había. El aire se llenó de un olor desagradable a infección, terror y muerte. Había heridos por todas partes. A algunos les faltaban extremidades, otros tenían horribles heridas supurantes, quemaduras y costras de todos los colores. El suelo de los barracones médicos estaba lleno de todo tipo de fluidos malolientes. Los servidores corrían de un lado a otro moviendo sus extremidades mecánicas siguiendo las órdenes de los médicos. Al fondo, sobre los barracones, se veía el humo negro que salía de los trozos de nave situados más allá del campamento.
En cuanto lo vieron, todos dejaron de hacer lo que fuese que estaban haciendo y se pararon a saludar a su capitán. Amadeus los dispensó con un gesto de cabeza y entregó a un servidor médico al soldado herido que había traído sobre sus hombros.
El sonido de un cuerno en la entrada del asentamiento llamó su atención. Eso sólo podía significar que los exploradores de los Marines Espaciales habían vuelto con noticias. Dispensó a los generales diciéndoles que se reuniría con ellos en una hora y se encaminó hacia la entrada.
El cuerpo de exploradores había perdido a casi todos sus efectivos en el accidente. De ellos sólo había sobrevivido el Hermano Aetos, que ahora ejercía de jefe de exploradores de los Marines Espaciales, y otros cuatro hombres, todos miembros de la Guardia Imperial. Era pocos, pero los suficientes para rastrear el terreno circundante a la explosión. Al igual que Amadeus, Aetos también había jurado lealtad ante el Emperador y ante el Código del Capítulo de los Corsarios Negros, miembros indispensables del ejército de los Marines Espaciales.
Amadeus encontró a Aetos dando órdenes a dos grupos de hombres que volvían con restos de la nave y con más heridos. Cuando llegó Amadeus ya corrían a cumplir órdenes.

-Saludos, Capitán-
-Saludos, Hermano Aetos. ¿Traes noticias del exterior?
-Mis hombres y yo no nos hemos podido alejar demasiado, señor. Pero ha sido suficiente para hacernos una idea de nuestra situación. Acabo de enviar hombres con las muestras a analizar para el Bibliotecario…
-Resume, Aetos. ¿Qué hay ahí fuera?
-Podría decir que hay dos noticias importantes, señor. La primera es que hemos encontrado suministros de agua no muy lejos de aquí que, según los indicadores del analizador, pueden ser potables si la tratamos antes con una depuradora.
Amadeus enarcó una ceja. Aetos se continuó hablando.
-Y me han comunicado que han encontrado varias depuradoras todavía funcionales entre los escombros. Ya he ordenado a mis hombres que las instalen.
-Me alegro. ¿Y la segunda noticia?
Aetos se rascó el cuello y se secó una gota de sudor que le caía por la frente antes de contestar. Mala señal.
-Será mejor que lo vea usted mismo, señor.
-Aetos, no tengo tiempo…- comenzó a decir Amadeus, pero entonces se dio cuenta de que el Hermano Explorador miraba detrás de él. Un grupo de hombres uniformados con los trajes de la Guardia Imperial estaban construyendo camillas improvisadas para llevar a los heridos traídos por los exploradores. Demasiada gente escuchando, eso había querido decirle Aetos.
-Está bien- dijo finalmente Amadeus, y siguió a Aetos más allá de los límites del campamento. El camino fue breve, pero tuvieron que atravesar una zona llena de piedras diez veces más grandes que un hombre hasta llegar a una colina.
-Justo arriba, señor- le indicó el Explorador.
Los dos hombres subieron a la cima y Aetos le cedió sus prismáticos a Amadeus.
-Mire al fondo del valle- le dijo.

Amadeus buscó lo que Aetos le indicaba. No le costó encontrarlo. Ante ellos se extendía un inmenso valle de color ceniza plagado de aquellas piedras gigantes en cuyo centro había una gran humareda. Ese montón de humo procedía de un montón de hogueras alrededor de las cuales se agrupaban cientos y cientos de orcos. Un asentamiento de guerreros en toda regla, a menos de un kilómetro de su campamento de refugiados del accidente. Y obviamente la explosión de la nave no les habría pasado desapercibida. A través de los prismáticos, Amadeus vio cómo los pieles verdes se agrupaban en improvisadas patrullas armadas con armas precarias. No tardarían en avanzar hacia el campamento. Se acordó de todos los heridos. No estaban preparados para resistir un ataque de aquella magnitud.

-Mierda- fue todo lo que dijo.

***

Espero que os haya gustado.
Tal vez retome en algún momento las aventuras del Hermano Capitán Amadeus, perteneciente al Capítulo de Los Corsarios Negros de los Marines Espaciales.
¡Feliz semana! ¡Por el Emperador! ;)

Fotos obtenidas de Pinterest