Lleva tiempo ocurriendo, pero no
le he dado mucha importancia hasta esta misma mañana. Bueno, más bien hasta ayer por
la tarde. Es como el día de Navidad, tu cumpleaños o cualquier convocatoria de
exámenes. Son fechas que sabes que están allí, sabes que se están acercando pero
no eres consciente de su verdadera cercanía. Y de repente, de un día para otro,
se han plantado en tu puerta dispuestos a entrar sin llamar.
Sí, señores, ese momento mágico
de la “vuelta al cole” ha llegado. Fecha mágica porque sabemos que, al menos
una vez al año, se va a dar. Todos los años cumplimos años, valga la redundancia,
todos los años hay Navidad, Año Nuevo, hay santos… fechas no más dignas y
cargadas de emoción como la vuelta a la rutina. O “vuelta al cole” como algunos
comercios se empeñan en llamarlo.
Aceptemos la realidad, mañana empiezo un nuevo curso
en la Universidad. Que miedo.
¿Qué me esperará
mañana? Una pregunta que me viene rondando las últimas 24 horas pero que hasta
mañana no podré responder. Porque hasta que no llegue el momento, no podré
saberlo. Si uno se para a pensarlo, es una pregunta un poco tonta. Nunca se
puede responder hasta que ya no es “esperará” sino “está pasando”. Y es
bastante tonto preguntarse por lo que está teniendo lugar en ese mismo instante
porque lo estamos viviendo. En fin.
El caso es que desde que caí en
la cuenta que mañana empezaba, me siento raro. Por un lado pienso “menudo rollo
volver a tener que pelearme con profesores, estudiar duro y volver a olvidarme
del concepto de tiempo libre”. Pero por otro lado pienso “¡qué bien el empezar
un nuevo curso! Cosas nuevas por doquier, y nuevos retos a los que,
sinceramente, tengo ganas de enfrentarme”. Es una dualidad curiosa, pero tras
estar meditándola un rato creo que he llegado a la conclusión definitiva. Ya
era hora, después de tantos años “volviendo al cole”.
Veamos. Soy consciente que mañana
puedo llevarme algunas decepciones con los profesores, los horarios o lo que
sea que me encuentre porque estamos vivos y porque no todo el Grado se va a
organizar como a mí me dé la gana o como a mí me gustaría que fuese. Por otro
lado, soy consciente de que voy a disfrutar de ver de nuevo a mis compañeros,
de hablar de nuevo con los que llevo un par de meses sin ver. Estoy seguro de que,
incluso con la asignatura más patatera que se me presente, disfrutaré con las
presentaciones y con el sabor a clase nueva. Porque me conozco y sé que disfruto con
esas cosas.
Así que, al fin y al cabo, el
deprimirme por este hecho inevitable o bien
dejarme llevar por la ilusión de empezar un año que huele a nuevo, es tan sólo
una elección. No tiene sentido empezar a pensar de más.
La verdad es que siempre he sido
de los que se deprimían un poco por dejar las vacaciones y recuperar la rutina.
Los exámenes, los montones de apuntes o los libros de consulta comparados con
el ocio total no atraen demasiado, debo reconocerlo. Pero también debo decir
que me gusta mi carrera. Es más, ME ENCANTA MI CARRERA. Así, con mayúsculas. Me
gusta lo que aprendo. Me gusta mi vida como estudiante, me gusta estar con mis
compañeros y me gusta asistir a las clases. Sensaciones como el entender el
funcionamiento de algo en lo que antes no había reparado, el ver cómo funciona
aunque sea la mayor tontería de la fisiología del organismo humano… son
sensaciones que adoro de esta carrera. Y en este curso seguro que me deparan
muchas nuevas. Todos los años aprendo algo diferente y me gusta sorprenderme con
ello. Sí, me gusta sorprenderme con las cosas que hacemos en la carrera. Me
gusta ver la magia que envuelve al estudio y a las clases, a los exámenes y a
los alumnos. Por muy difícil que parezca en ocasiones. Es un ejercicio que pocos hacen pero que cada vez veo más recomendable. Cada año, como subiendo
por una larga escalera, avanzamos escalón a escalón, construyendo sobre lo
anterior. Tanto en lo personal como en lo que en un futuro será lo profesional.
Y todo esto me encanta. Con mayúsculas.
De forma casi irónica, pero en el
fondo con algo de verdad, este verano he hecho bromas sobre los carteles de “vuelta
al cole” que he visto en las tiendas (que, por cierto, llevan puestos desde
julio por lo menos, que ya les vale). Me volvía a sentir un poco como el alumno
de la ESO o de primaria que una vez fui y que se estremecía por pensar en volver
al cole (aunque luego bien que disfrutaba durante el curso). Y estoy seguro de
que no soy el único que alguna vez ha sentido esa sensación. Esa sensación
desapacible de “vuelta al cole”. Sólo hay que pararse a oír hablar un poco del
famoso “Síndrome Posvacacional” (que parece ser el tema preferido de algunas
revistas en agosto) y algunos comentarios que se escuchan entre familiares y
amigos. Todo esto hace que uno reflexione sobre estos temas.
Y es que, ¿de verdad es tan malo
recuperar la rutina?
Como ya he dicho, a mí no me
hacía gracia eso de la “vuelta al cole”. Pero ahora me paro a pensarlo y no
recuerdo que fuese algo que me llegase a inquietar más que el día de antes a la
fecha en cuestión. Luego me lo pasaba genial. Había momentos malos, sí. Pero la
mayoría eran buenos y, afortunadamente, recuerdo esa época con cariño.
Así que, ¿por qué amargarse una “fecha
mágica” como ésta? Con esto me gustaría hacer un llamamiento a todos los que
empezamos el curso de nuevo, a todos los que vuelven al trabajo, a la rutina…
Basta de tardes tristonas, basta de premoniciones absurdas, basta de
sentimientos que no llevan más que a caras largas y a comportamientos y
comentarios que estropean una fecha como ésta. Aceptemos la realidad y demos
gracias por poder disfrutar de esta “fecha mágica”. Por vivirla. Por poder
considerarla una “fecha mágica”. Porque todos los años la tengamos ahí. Como la
Navidad, como el Año Nuevo o como nuestro cumpleaños.
Agradezcamos que hemos tenido un
periodo de tiempo para descansar y dedicarnos a otras actividades.
Agradezcamos también el que podemos volver a recuperar una rutina con un
propósito diferente al que hemos tenido en estas fechas vacacionales. Hagamos
que el periodo de clases, trabajo o lo que sea a lo que nos dediquemos
diariamente, merezca la pena. Luchemos por merecernos otro descanso cuando
llegue el momento. Porque igual que es una “fecha mágica” cargada de emociones
el reencuentro con la rutina, también lo es el comienzo de las vacaciones.
En conclusión, disfrutemos de las
fechas mágicas y de los momentos especiales que nos brinda la rutina diaria. Si
estamos dispuestos a observar de verdad, si entendemos la rutina es algo bonito por lo que
dar gracias, os aseguro que seremos capaces de percibirlos. Potenciemos los momentos mágicos.
Sin más que decir y con muchas ganas de empezar el curso, os deseo a todos un feliz
rencuentro con la rutina.
Foto obtenida de Pinterest