martes, 27 de octubre de 2015

Especial Halloween - Una historia de terror

¡Buenos días!
¿No es maravilloso que vuelva a amanecer antes? ¡El Sol entra bien temprano por las ventanas!
Yo, sinceramente, llevaba tiempo esperando estos días. Prefiero levantarme con la luz de la mañana que en completa oscuridad.

Y hablando de oscuridad... noche... y luna... ¡¡esta semana es Halloween!!

Hay motivos de la fiesta por todos lados: calabazas, fantasmas, esqueletos y brujas adornan la mayoría de las tiendas. Y como es tan difícil no contagiarse del espíritu halloweeniesco después de ver tanta publicidad junta... he decidido hacer un especial. 

Señores, (esto es algo que no suelo hacer así que a ver qué tal sale) hoy os traigo, nada más y nada menos... que una historia de terror.

Espero que os guste.

PD; Leedla por la noche, a oscuras y sólo con la luz del ordenador, para que de más miedo ;D



***

Como cada tarde, el niño entró en el vagón del metro a las nueve menos diez.

Durante el día, el metro era, más que un mero medio de transporte. Era un lugar de charla y de reunión de viejos conocidos que, debido a sus rutinas, se encontraban allí cada día. Por las mañanas, el metro se llenaba de gente dispuesta a ganarse un dinero contando un par de chistes o haciendo alguna que otra actuación con una guitarra o un violín regularmente afinado, sacando alguna que otra sonrisa a los viajeros.

Pero conforme se acercaba la noche, el metro se vaciaba de esa gente, y surgían los monstruos. Gente triste, gente asustada, cansada, asqueada... gente con problemas, con caras largas, llenas de arrugas que el tiempo no hace más que empeorar... gente gris. Las risas y las conversaciones dejaban en su lugar un silencio frío, desolador. Nadie hablaba a esas horas. El único sonido provenía del chirriar de las vías y del movimiento del vehículo, que casi parecía ir más despacio entonces.

Los túneles se quedaban vacíos, la gente que antes se ganaba dinero con canciones desaparecía, y dejaban paso a otros que se paseaban errantes, moviendo con desgana un vaso donde esperaban que alguien depositase alguna moneda.

Nunca ocurría. No a esas horas de la noche, cuando el metro se transformaba en un universo peligroso, solitario y aterrador.

El chico se encogió en un asiento, como cada jueves a esa hora. Al final de la línea lo estaba esperando su madre, como siempre. Sólo tenía que esperar un par de paradas más.

El tren chirrió al poco rato y paró en una estación. Las luces eran tan tenues que apenas se podía ver nada de lo que ocurría fuera del vagón.

Las puertas se abrieron, dejando entrar el aire frío de las vías y un fuerte olor a azufre. Un mendigo de cara triste se subió al vagón. Hasta entonces, en su vagón no había subido nadie.

El hombre comenzó a andar tren abajo, moviendo su vaso. Ni reparó en la presencia del chico. El tintineo de las monedas se iba haciendo más tenue conforme el viejo se alejaba. Un fuerte chirrido se tragó el tintineo, e indicó que el tren volvía a partir.

Tras otro rato de marcha, el metro volvió a detenerse. Esta vez se subieron un grupo de hombres, barbudos y con ropas sucias. Uno de ellos miró de reojo al chico.

El pequeño se agarró con fuerza a su mochila, temeroso de que fuesen a robarle. Pero no fue así, los hombres pasaron de largo y se marcharon por donde ya había ido el mendigo hacía unos minutos.
Otro chirrido y el metro se volvió a poner en marcha. La siguiente parada era la suya.

El trayecto fue silencioso, de fondo se escuchaban voces susurrantes, algunas graves y otras agudas, pero el chico no les hacía caso. Sólo quería llegar cuanto antes con su madre. Por fin el metro llegó a la estación.

Con un chirrido, se detuvo en seco. Eran las nueve de la noche.

Cuando las puertas se abrieron, se vio la luz de la estación. Era más luminosa que las anteriores, y había bastante más gente. El chico se dispuso a salir, su madre debía de estar ansiosa por verlo.

Pero antes de que pudiese poner un pie fuera del vagón, una mano grande lo agarró del hombro y lo echó para atrás, hacia la oscuridad del vagón.

El chico lo miró con horror. Era el hombre barbudo que antes lo había mirado de reojo. Su mirada seguía siendo vacía, como la de antes, y el chico no podía deducir qué pretendía. Pero el hombre no le soltaba y él necesitaba bajarse allí. No podía irse a otra parada, su madre lo esperaba allí y ya se estaría impacientando. Se dispuso a zafarse del hombre, pero sólo consiguió que éste lo sujetase con más fuerza.

-No lo hagas, chico- le dijo. -Esta noche no-

¿Qué querría decir aquello? Aquel hombre le estaba dando miedo.

-¡Suélteme! - Lo empujó.

Con el empujón, consiguió zafarse de aquel hombre y corrió hacia la salida del vagón, sin mirar atrás hasta que pisó el andén.

Cuando se giró, el hombre lo seguía mirando.

Y entonces las luces del andén parpadearon. Fallaron.

Cuando volvieron a iluminar, el hombre se le había acercado, y estaba extendiendo un brazo para agarrarlo y volverlo a introducir en el vagón. 

El chico gritó de miedo y corrió, corrió por el andén preguntando por su madre, pero la gente no le hacía caso. ¿Acaso no veían que aquel hombre estaba intentando hacerle daño?

Y entonces la vio. Al lado de la vía, su madre le estaba esperando. Como cada jueves a las nueve en punto de la noche.

Ella sabría qué hacer. Ella le salvaría de aquel hombre.

El chico corrió y corrió entre la gente, gritando "¡mamá! ¡mamá!". Ella al principio parecía no escucharlo, pero de repente se giró y sus miradas se cruzaron.

El grito se escuchó en todo el andén.

Su madre corrió y corrió lejos de él. El chico desconcertado la seguía, gritando "¡mamá! ¡mamá!"...
Hasta que alguien gritó "¡por amor de Dios, tenga cuidado!" "¡no se acerque ahí!"

Pero el chico seguía corriendo. Estaba ya muy cerca, ya casi podía coger su vestido, ya casi... Sólo un poco más rápido...

El roce de sus deditos fríos contra el vestido le arrancó otro grito a la mujer, que aceleró aún más...

El chico hizo un último esfuerzo, pero su rostro ya estaba bañado en lágrimas. ¿Por qué su mamá no le hacía caso?

Y entonces su madre desapareció. Se la tragó el suelo.

O más, bien, las vías.

Justo cuando el metro pasaba a toda velocidad sobre ellas.


Al día siguiente, un artículo encabezaba todos los periódicos: Mujer atropellada por el metro.
Los testigos aseguraban que empezó a correr despavorida, gritando cosas absurdas. Dicen los que la escucharon gritar que aseguraba estar siendo perseguida por una criatura monstruosa. Pero nadie vio nada raro esa noche.

Nadie excepto un hombre que nunca llegó a ponerse en contacto con los periódicos porque sabía que no le creerían. Era un antiguo revisor del metro, acostumbrado a viajar por aquella línea durante años.

Y algunas noches, había visto cómo el metro se llenaba de personas que no eran de carne y hueso, sino de otras sustancia más etérea. Y repetían lo que estaban acostumbrados a hacer allí dentro. Aquel niño en concreto se presentaba una única noche cada año, y siempre se bajaba en la misma parada. A las nueve de la noche. Si había alguna mujer joven allí, iba tras ella, llorando y gimiendo. Y el final era siempre el mismo.

En un bolsillo de su chaqueta aun guardaba el recorte de periódico donde años atrás había leído su historia: chico muere en accidente de metro cuando iba a encontrarse con su madre. La madre, loca de pena, se tiró a las vías la noche siguiente a la que el metro se volvió a poner en funcionamiento.

Y, en cierto modo, el espíritu del chico seguía por allí, atrapado. Y una vez al año, intentaba reencontrarse con su madre siempre con idéntico resultado.

¿Llegaría el día en el que alguien se enfrentase al chico y no saliese corriendo al verlo? ¿Qué veían esas mujeres que les hacía correr despavoridas? El revisor nunca pudo responder a esas preguntas en vida. Y con su muerte, la historia se perdió en el olvido.

Y, a día de hoy, no se sabe todavía si el chico encontró o no a su madre. Sin embargo, temo que siga vagando por las vías del metro, llevándose una vez al año el alma de una mujer inocente.


***


¡Espero que os haya gustado y nos vemos la semana que viene con más!
¡¡Pasad un feliz Halloween!!



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