lunes, 9 de noviembre de 2015

Un Mundo Vivo

¡¡Buenos días!!
Ya sé que la semana pasada no subí nada, pero estuve demasiado liado como para poder pararme a escribir nada.
Por eso esta semana y la que viene haré algo un poquito diferente. Una historia cortita, por entregas.
A ver qué tal sale el invento.

Sin más, os dejo con la primera parte de la historia. La he titulado... Un Mundo Vivo

***

“Un buen escritor se diferencia de uno malo en la técnica”.

Esa frase se la repetía cada vez que iba a empezar una nueva historia. Su padre se la había repetido hasta la saciedad cuando empezó con sus primeras historias y, aunque en un principio él no la terminaba de comprender, llegó el día en el que terminó cobrando sentido. Y desde entonces, la tenía grabada a fuego en su mente.

La rutina, el seguir un procedimiento correcto era lo que llevaba un escritor al éxito.
Martin, escritor de éxito hacía mucho tiempo, lo sabía muy bien. No había historia que comenzase, por breve que fuese, que no siguiese en su elaboración el exquisito procedimiento que ya había seguido su padre en las suyas.
Desde la búsqueda de inspiración, la obtención de la idea, el inicio de la escritura, el primer borrador… todo, absolutamente todo estaba regido por una pulcritud y meticulosidad absolutas.
Y nunca, nunca, nunca, en ningún momento de su exitosa carrera había siquiera pensado en saltarse esos pasos. Nunca se había atrevido a desafiar esas normas.

Aquella mañana de otoño, siguiendo su ritual de cada domingo de fin de mes, se dispuso a ordenar sus apuntes de la semana, acompañado de su descaffeinato.
Lo primero que hacía cada vez que se sentaba a escribir era consultar su agenda. Meticulosamente apuntaba en ella todo lo que tenía pensado hacer, con semanas de antelación, porque eso era lo que dictaba uno de los puntos principales de su técnica: evitar los imprevistos, controlarlo todo.
Apoyando el dedo sobre la página, buscó el día en el que se encontraba.

Una marca roja, puesta hace dos meses. “Revisar: Fantasía”
Vaya, aquella era una tarea importante. Otra de las normas fundamentales de su técnica era la de guardar la primera revisión de lo escrito para dos meses después de haberlo terminado. Siempre era así.
El resto de cosas apuntadas para aquella tarde eran de menor importancia, así que decidió dejarlas para el final y comenzar directamente por la revisión de “Fantasía”.

“Fantasía” iba a ser un breve cuento ambientado en un mundo imaginario, lleno de seres fantásticos y de criaturas encantadas que contaba la historia de una joven que, pese a su situación de campesina, quería aprender a dominar la magia.
No se acordaba de mucho más de  la historia, porque había escrito mucho desde entonces, pero sí que recordaba que, al final, la chica era expulsada de la academia y no podía cumplir su sueño.
El final dramático era su toque personal a la historia, tal y como le dijo su padre “las historias son predecibles porque hay exceso de finales felices”. Y, como consejo de gran importancia, él lo incorporó a su técnica. Aunque sus historias no siempre terminasen mal, nunca dejaba que sus personajes fuesen plenamente felices.

Por eso mismo, su sorpresa fue mayúscula dos horas más tarde, cuando terminó el cuento y vio que tenía un final diferente al que él recordaba haberle dado.
El cuento terminaba con que la joven aprendiz de hechicera, Aria, había conseguido volver a ser admitida en la academia. Y estudiaba duro para sacar el título de mago.
Eso no podía ser. Lo recordaba ahora perfectamente, se le había inculpado injustamente de usar un conjuro prohibido y por eso se la expulsó. ¿Qué había ocurrido allí? ¡Ese no era su final!
Sorprendido, revisó de nuevo el manuscrito. Estaba todo escrito con su letra, pero él no recordaba haber escrito esas últimas páginas.
Efectivamente, su final permanecía escrito. Pero luego habían sucedido más cosas. Aria había conseguido demostrar su inocencia, y aunque ahora tuviese a la mitad de la escuela de magia en su contra, ella seguía luchando por cumplir su sueño.

Eso no podía estar bien, alguien debía haber tocado sus archivos.
Pero eso era imposible, nadie podía entrar en su despacho de escritura. ¡Nadie! Esa era una de las reglas fundamentales de su técnica, todo el mundo podía querer espiar su trabajo. Y si no quería que eso pasase, debía de tener mucho cuidado con que nadie tuviese acceso a sus archivos.
Por eso la puerta a su despacho estaba cerrada con llave ¡y la única copia la tenía él!
Pero… si nadie había entrado allí… ¿por qué el final no era el que él había dejado meses atrás?
Finalmente, decidió explicarlo todo como un recuerdo equivocado. Muchas veces se quedaba a escribir hasta tarde. Lo más probable es que él mismo hubiese escrito ese final alternativo en un arranque de cansancio y se habría olvidado de corregirlo.

Mucho más tranquilo, cogió encendió la trituradora de papel, colocó debajo la papelera para no dejar todo hecho un desastre y se dispuso a meter las últimas páginas escritas en las fauces metálicas.

Entonces, algo mágico sucedió delante de sus narices.

***

Tan, tan, taaaaan. ¿Qué habrá pasado? ¡Lo sabremos la semana que viene! (Lo digo en serio, todavía no lo he escrito xD).

Nos vemos la semana que viene con más.

¡¡Feliz semana y... sed felices!!





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