lunes, 21 de septiembre de 2015

La persecución

¡Buenos días! ¿Qué tal se presenta la semana?

Hoy os traigo una mezcla entre recomendación y taller. Por un lado, os voy a recomendar un libro que adquirí hace un año y que me ha ayudado mucho a soltarme con la escritura. Y por otro, os voy a presentar uno ejercicio que me pareció muy gracioso.

¿Os gusta el plan? ¡Vamos a ello!

***

El libro se llama Saca al escritor que llevas dentro, y lo ha escrito Iria López Teijeiro, una blogger que lleva el blog Literautas. Este blog habla de trucos de escritura, propone talleres, ayudas, consejos, concursos, etc. con el objetivo de apoyar a todos los escritores jóvenes (y no tan jóvenes) que están aprendiendo a escribir sus propias historias. A mí, personalmente, me ha servido de gran ayuda, y muchas veces de inspiración. Os recomiendo que os paséis por allí a echar un vistazo,  a ver qué os parece. Merece la pena, os lo aseguro.

Pero bueno, volvamos al tema. El libro, al contrario que otros muchos que he leído del mismo tema, NO es un libro de teoría. Al contrario, se trata más bien de un libro de ejercicios. Esto tiene dos caras. Por un lado, es bueno, porque te propone ejercicios hasta aburrirte, organizados en diversos aspectos de la escritura. Por ejemplo, hay capítulos que te hablan de la inspiración, otros de detonadores para las historias (un detonador es un incidente que desencadena la historia), otro para ayudarte a obtener ideas sin salirte de tu propia rutina (uno de los capítulos más interesantes, por cierto), e incluso alguno que otro para dar un poquito de más calidad a tu escritura, entre otros. Y, para que os hagáis una idea, el número de ejercicios por capítulo suele ser 20. En algunos casos, un poquito más. Vamos, que hay ejercicios para regalar.

Pero esto también tiene su lado malo, porque si lo que buscabas es un libro que te explique detenidamente todos estos aspectos… NO es tu libro. Si bien, las diferentes secciones del libro tienen su introducción que te explica un poco cómo funciona cada una y cuál es su objetivo. Y, por supuesto, también los ejercicios. Además, incorpora pequeños consejos y algunas nociones de teoría básicas para que pruebes a aplicarlas a los ejercicios, pero no se explaya mucho.

Entonces, ¿lo recomiendo?

¡SÍ! A escribir se aprende escribiendo, por eso Iria se ha centrado tanto en hacer un libro de ejercicios. Los libros de teoría no están mal, pero no te sirven de mucho si no la aplicas. En Saca al escritor que llevas dentro se nos dan pequeñas nociones de teoría y se nos proponen muchos ejercicios basados en ellas para que las pongamos en práctica directamente. Y, aunque algunos parezcan un poco absurdos, puedo decir por experiencia que de todos se aprende algo, e incluso los más absurdos me han servido de inspiración para algunas historias (y de pasar un rato divertido escribiendo también). Así que aquí os dejo el link del blog y de la entrada en la que os habla de su libro.

Aquí el link del blog: http://literautas.com/ 
Y aquí el link de la información del libro: http://www.literautas.com/es/editorial/saca-al-escritor-que-llevas-dentro/



Pero ya basta de recomendaciones, vamos a pasar al taller/ejercicio. Os voy a poner un ejemplo de uno de los ejercicios que he hecho, para que veáis más o menos cómo funciona.

Para empezar, he elegido una página al azar. Si quisiese practicar algo en concreto de lo que enseña el libro, sólo tendría que buscar el capítulo y coger el ejercicio que me pareciese más interesante. Pero por ahora, voy a hacer el que me salga de manera aleatoria.

Aquí lo tenemos. Ejercicio 2 del capítulo 4: La persecución.

El capítulo cuatro trata los detonantes creativos. Lo llama “sigue al conejo blanco” por esto mismo. Es decir, déjate llevar. Te da unas premisas que te sugieren una historia y te deja carta blanca para poder escribir lo que quieras.

En este caso, el ejercicio nos habla de una persecución. Tienes que escribir algo que comience con una persecución y luego, continuarlo como quieras. Yo quiero escribir algo cortito, así que tendré que adaptar lo que me salga a ese formato. Para la persecución te propone lo siguiente. La autora nos da una tabla con dos columnas, a la que titula “posibles personajes”. Y, como os podéis imaginar, en cada una de las columnas nos propone una serie de posibles personajes. Para que la elección sea aleatoria yo he tirado dos dados de 6 caras (venga, lo admito, ha sido con una aplicación que simula el tirar un dado, no he tirado ningún dado físico) y me ha salido un 5 y un 3. Como en cada columna hay 6 personajes, he contado desde el primero y he elegido el que tocase. En la primera columna he elegido al personaje número 5… ¡un monje budista! Y en la segunda columna he elegido al personaje número 3… ¡un hombre disfrazado!

Pues bien, yo llevaba tiempo escribir algo de agentes secretos, así que he mezclado: una persecución, un relato corto, un monje budista, un hombre disfrazado y una historia de agentes secretos, y esto es lo que me ha salido...

***

-¡Sabía que no era usted alguien en quien podía confiar!

Eso fue lo último que pudo entender de lo que dijo el monje, porque éste salió a todo correr por la puerta, cerrándola después de salir.

-¿Qué está ocurriendo, agente?- le preguntó su jefe a través del comunicador.

El agente 23, vestido con las ropas reglamentarias de aquel templo, se había quedado sin habla cuando aquel hombrecillo había irrumpido en la habitación y había visto el arma que tenía en la mano, cuando se disponía a limpiarla. No tardó en atar cabos y automáticamente encontró el responsable de los extraños acontecimientos de los últimos días: él. Y, como lógicamente haría cualquiera en su situación, había echado a correr.

Llevaba una semana infiltrado en aquel templo, haciendo su papel de monje mientras investigaba quién podía ser el antiguo contacto de un peligroso asesino al que buscaba. Y cuando por fin lo había encontrado y se disponía a informar a la base para proceder con el arresto, lo habían descubierto. El contacto era uno de los monjes (exactamente, el que acababa de salir corriendo) y, como acababa de comprobar, había estado sospechando de 23 desde el principio. Finalmente, ese día lo había descubierto. Probablemente alertaría a todos los otros monjes e intentaría darse a la fuga. El monasterio estaba perdido en medio de la montaña, pero los monjes tenían un jeep para poder salir del templo rápidamente en caso de emergencia.

El monje no podía llegar hasta el vehículo. Si llegaba a él, 23 no le podría dar alcance a pie. Y por allí no había más vehículos.

-Me han descubierto, el sospechoso se está dando a la fuga. Procedo con la persecución- contestó apresuradamente.

-¡Espere! ¿¡Quién es el sospechoso!?

23 desconectó el micrófono y echó a correr. No tenía tiempo para explicaciones y necesitaba su cabeza para pensar. En cuando salió de la habitación, vio cómo el monje desaparecía por el final del pasillo. Sin pensarlo, corrió detrás de él. Esperaba no haberse dejado nada importante en la habitación, dudaba que, después de que todos los monjes lo viesen perseguir a uno de ellos, pudiese volver a entrar allí.

Eso también le daba otra ventaja: llevaba consigo el arma. Tenía su pistola enganchada al cinturón de la túnica. Podría usarla en caso de necesidad.

Cuando volvió la esquina, el monje ya había salido al patio. De un par de zancadas, alcanzó él también la puerta y salió al exterior. Allí vio cómo el monje corría todo lo rápido que podía, gritando socorro. 23 escuchó algo como “asesino” y “peligroso”.

Como esperaba, el monje se dirigía hacia el edificio central del templo. Detrás de él se encontraba el cobertizo donde se guardaba el jeep.

Mientras 23 corría hacia allí, un monje se le puso en medio. Por su expresión, era obvio que tenía miedo. Al parecer, se había creído lo que gritaba el otro monje, pero llevado por la se código de conducta, había decidido ayudar a su compañero deteniendo a su persecutor.

-¡Apártate! ¡El peligroso es él, no yo!

El monje no le creyó. Pero cuando se dispuso a agarrarle de la túnica, 23 le hizo una llave que lo derribó.

-Llama a la policía- le dijo antes de seguir corriendo. El monje no parecía muy convencido, tirado en el suelo y con la túnica embarrada, pero de todas formas, daba lo mismo que llamase o no a las autoridades. Nadie iba a poder detener a aquel hombre si llegaba al jeep antes que él.

A todo esto, el monje ya había llegado al edificio central del templo. Para sorpresa de 23, no intentó rodearlo, sino que entró en su interior a toda velocidad, sin detenerse a cerrar la puerta tras entrar.
Cuando 23 llegó al interior se encontró con que la sala de meditación estaba llena de monjes que lo miraban con cara de pocos amigos. En el extremo opuesto, el contacto del asesino lo señalaba y gritaba acusaciones falsas contra él. Algunos monjes huyeron a habitaciones contiguas, pero los más grandes se levantaron, dispuestos a detenerlo.

Cuando sólo 23 lo miraba, el huidizo monje sonrió con malicia y desapareció por la puerta trasera. 23 calculó que en un par de minutos habría arrancado el jeep.

No le quedaba más opción. Desenfundó el arma.

Al comenzar la misión le habían remarcado que era una misión de observación, no de intervención. No tenía que entrar en contacto directo con el objetivo si no se descubría su identidad. Y como eso era poco probable, el llevar armas iba a ser más un riesgo que un beneficio. Pero pese a todo, él quiso llevar una pistola ligera, fácil de ocultar y rápida de desenfundar, por si las moscas. Y mira por dónde, había sido ese arma la que lo había descubierto… pero también podría ser la que lo sacase de ese apuro.

En cuanto los monjes vieron el arma, otros tantos se retiraron asustados, pero otros lo miraron con profundo odio. Había desenfundado un arma en un territorio que para ellos era sagrado.

-¡Ni un movimiento!- dijo 23 mientras se habría caso entre ellos, apuntándolos en todo momento.

De vez en cuando, alguno hacía el amago de acercarse, pero en cuanto le apuntaba directamente, retrocedía murmurando entre dientes.

Por eso, cuando un decidido monje se le echó encima pese a las amenazas, lo pilló desprevenido. Lo peor vino cuando intentó dispararle. De la pistola lo único que salió fue un *clic* que indicaba que no había munición.

Al parecer, sí había dejado algo en la habitación. El cargador se había quedado encima de la cama, donde iba a limpiar el arma. No le quedó más opción que arrojársela al monje y poner pies en polvorosa.

Pero los demás monjes, que no eran tontos, al ver que el hombre estaba desarmado, se abalanzaron sobre él.

Profiriendo toda clase de insultos, 23 se defendió a puñetazos y, en cuanto encontró una vía libre, echó a correr hacia la puerta trasera. No le quedaban más herramientas, ni tampoco mucho más tiempo. Sólo podía correr.

Conforme avanzaba, iba derribando jarrones, estatuas, pedestales, antorchas, faroles… todo lo que pudiese ralentizar el avance de sus perseguidores. Pero por más que hiciese, los monjes se le acercaban cada vez más. Calculó que en ese momento el monje al que perseguía debía de estar a punto, si no lo había hecho ya, de arrancar el motor del jeep. Tenía que darse todavía más prisa.
A todo correr, llegó hasta el fondo de la sala. De una patada, abrió la puerta y salió al patio de atrás. Allí estaba el cobertizo que guardaba toda clase de herramientas necesarias para el cuidado del templo y de los alrededores, incluido el jeep.

Efectivamente, de la puerta abierta del cobertizo salía el sonido de un motor arrancando.
Sin que le diese tiempo a llegar hasta allí, un jeep verde oscuro salió en dirección a la salida del templo. A la carrera nunca lo alcanzaría, pero aun así debía seguir avanzando si no quería terminar atrapado por lo monjes.

Mientras corría él también hacia la salida, activó de nuevo el comunicador escondido en su oreja.

-¡Jefe, el sospechoso se está escapando!

-Te estoy viendo en pantalla. Efectivamente, no creo que lo alcances a pie.

-¿A dónde lleva el camino que va a tomar?

-A un pueblecito en la ladera de la montaña, a una hora con el jeep. Allí es donde los monjes compran las provisiones. No hay tiempo para desplegar otro agente allí, vas a tener que llegar tú antes que él para detenerlo personalmente.

-No lo conseguiré sin un vehículo, y aquí no hay más vehículos.

-No te preocupes, hemos enviado el helicóptero que estaba preparado para la evacuación. Te recogerá en diez minutos en el patio del templo. Espéralo allí.

23 se volvió. Corriendo detrás de él había unos seis monjes grandes como armarios gritando en un idioma que le era desconocido. No parecían dispuestos a dejarle estar en el templo ni un minuto más.
-Jefe, creo que hay otro problemilla que antes no he comentado… Casi mejor que el helicóptero me recoja fuera del templo, ¿sabe?

***

Una carrera perseguido por monjes furiosos y un precipitado viaje en helicóptero más tarde, 23 llegó por fin al pueblo.

Los pocos habitantes que había allí se espantaron al ver el helicóptero pasar sobre sus cabezas. De él se bajó 23, dio instrucciones al piloto y luego echó a andar hacia la carretera principal, que conectaba con el templo. Aquel hombre era escurridizo, y no tardaría en llegar al poblado. Si se le volvía a escapar, probablemente lo perdería definitivamente. Y no podía permitirse ese lujo. Necesitaban encontrar ya al asesino, pero para ello era inevitable hablar con el que había sido su contacto por muchos años.

Pasando por la calle central del poblado, se topó con la tienda de suministros. Paró en seco. Una corazonada. Miró su reloj para comprobar si estaba en lo cierto. Sonrió. Había llegado justo a tiempo.

***

Cuando el monje entró en la tienda, el tendero le comunicó entusiasmado la noticia del helicóptero. ¡No se lo iba a creer, nada menos que un helicóptero allí, donde nunca pasaba nada!

El monje asintió, nervioso, y cogió el bidón de gasolina que había comprado. Luego salió por la puerta de atrás, casi sin despedirse.

Allí lo esperaba el jeep, tal y como lo había dejado. Ahora sólo tenía que llenar el depósito de gasolina y huir de allí para siempre. Se compraría nuevas ropas y se escondería  en una ciudad poblada. Nunca volverían a dar con él.

Dejó la gasolina en el suelo mientras abría a todo correr el depósito de gasolina. Cuando todo estuvo listo, levantó a pulso el bidón y comenzó a vaciar su contenido en el depósito.

Llevaba haciendo eso años. Él era el encargado de llenar el tanque y mantener a punto el jeep. Sabía que eso le beneficiaría algún día. Rio para sus adentros. Menuda sorpresa se llevarían sus compañeros del templo cuando supiesen la verdad.

Pero entonces todo se torció.

La gasolina empezó a cubrir la ligera capa de nieve del suelo.

-¿Qué demonios…?- dijo agachándose para comprobar el estado del depósito. Allí, delante de sus narices, una fuga. Alguien había agujereado el tanque de gasolina.

-El vehículo ya no sirve, me temo- dijo 23 mientras salía de detrás de unas cajas.

-Serás…- dijo el monje con clara intención de arrojarle el bidón de gasolina medio vacío.

-¡Eh, quieto!

El arma, ahora por fin cargada, de 23 le apuntaba al pecho.

-Yo no haría tonterías.

El monje suspiró y dejó caer el bidón. Sabía cuando había perdido.

Entonces se levantó una fuerte corriente que removió la nieve del suelo. El helicóptero se había aproximado lo suficiente y estaba comenzando a descender.
“Otra misión cumplida” pensó 23 guardando el arma. A su jefe le iban a gustar las buenas noticias.

***

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? Un poco disparatado, pero cumple los requisitos. Como os decía, lo importante es pasárselo bien con los ejercicios (aunque, oye, si el resultado es decente, mejor que mejor ;D)

Como siempre, os invito a que dejéis vuestra opinión en los comentarios.

A lo largo de la semana subiré otra entrada, así que estad atentos. Os recuerdo que podéis suscribiros a mi perfil de google plus haciendo clic aquí a la derecha. En mi perfil también tenéis mi e-mail de contacto por si acaso queréis decirme “¡hola!” o sugerirme alguna entrada.

En cualquier caso, nos vemos durante la semana con más. ¡Espero que os haya gustado!
¡Feliz semana! ¡Y mucha suerte con el inicio de curso y la vuelta al trabajo!




No hay comentarios:

Publicar un comentario